Mi abuela,
apasionada de lo natural y amante de la discreción y la sencillez, solía
acercarse a mi cama, a ofrecerme calor y a traerme a María. Cuando la recibía,
se oía un suspiro, mi abuela me acercaba la leche caliente, y entre las dos me
sanaban. Pero María no sólo ha estado junto a mí en las tardes grises de gripe
y varicela. En los días de sol, en las tardes de playa, en las noches de
invierno y chocolate.
Ha sido mi amanecer y mi merienda, el entretenimiento de
mis manos, cuando nerviosas desmigaban su piel sobre el suelo, como intentado
tupir de harina y trigo tostado mis pies. Hoy echan a María de su casa, y su
familia desespera con su ausencia. Yo no entiendo de capacidad instalada, ni
distingo inversiones netas de emitidas. Solo sé que María nunca será tan bonita
como entre sus vecinos, tan dulce como en sus tierras palentinas, y tan propia
de alguien como de las gentes que desde siempre y en Aguilar de Campoo han
hecho nuestros días de niño más redondos
PD. María:
Torrelavega te quiere palentina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario