martes, 6 de diciembre de 2016

Adolfo Suarez

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Posiblemente sea Suárez la figura más representativa, importante y trascendente del siglo XX español. Este castellano menudo, inquieto y entusiasta, fue el artífice de uno de los cambios más profundos de la historia española. En contra de la voluntad de gentes muy influyentes, consiguió superar la tradicional división de las dos España y arrancar a grupos muy diversos, y con querellas y odios muy antiguos, pactos, cesiones y consensos en aras de crear un sistema político y de convivencia que, por primera vez en la edad contemporánea, no seria partidista, no seria ni azul ni rojo, solo español.



Suárez nació en el pueblo abulense de Cebreros en 1932. Desde su juventud, sus inquietudes y su ambición le llevaron a desempeñar múltiples empleos a fin de sufragar sus estudios de derecho, que concluiría en la Universidad Complutense de Madrid. Desde los años 50, Suárez desempeño diversos cargos en el seno del Movimiento Nacional, partido único de la época, fuera del que no era posible desarrollar ninguna carrera política. Pronto llamo la atención de los hombres significados del régimen, caso de Fernando Herrero Tejedor, que ejercería sobre él una tutela que le abriría puertas y pasillos en el seno del estado franquista.

Son años en los que Suárez entra en contacto con otros jóvenes tecnócratas que han nacido tras la guerra civil, que mantienen inquietudes, y que defienden una postura reformista dentro del régimen, caso de Juan José Roson o Rodolfo Martín Villa. Ya en 1958, Herrero Tejedor, viendo las capacidades de Suárez, le integra en la Secretaría General del Movimiento, desde donde ascenderá a Jefe del Gabinete Técnico del Vicesecretario General del Movimiento (1961). En 1964, Suárez entra en televisión española, donde desempeña varios cargos de gestión. Son años en los que simultanea esta ocupación con la de Procurador en Cortes por Ávila (1967) y, posteriormente, la de Gobernador Civil de Segovia (1968). En 1969, el régimen le nombra Director General de Radio Televisión Española. Son años en los que el espíritu reformista de Suárez se comienza a revelar, a través de una política informativa desconocida en el régimen, justo en momentos críticos por la oleada de huelgas, las movilizaciones estudiantiles o la muerte de Carrero Blanco, pero su talante y sus enemigos se forjarían en un acontecimiento aparentemente banal. El 8 de marzo de 1972 se casaban la nieta de Franco, Carmen Martínez Bordiu y Alfonso de Borbón, nieto de Alfonso XIII. Para la familia era una manera de encauzar la alegre vida de la joven, para algunos de los adyacentes a Franco un matrimonio de conveniencia que podría resultar en un candidato dócil y legitimado por la historia para suceder al dictador, sin poner en peligro el régimen.

El caso es que el marques de Villaverde padre de la novia exigió a Suárez la retransmisión integra de la boda. Suárez se negó aduciendo que la única cadena de televisión de la que disponían los españoles no podía ser ocupada durante horas por un asunto privado. Que habría conexiones puntuales y nada más. El desaire no era solo personal, sino un desafió al bunquer, al que se suponía adicto el joven abogado. Esa falta de docilidad le llenaría de enemigos, manifestados en sus posteriores años de presidente. Desde entonces cada paso de Suárez levantaría una oleada de oposición por parte de los adictos al régimen, que veían en el abogado a un traidor. Pero las secuelas del incidente serian mas profundas. La alta sociedad madrileña le haría el vacío, sus hijos fueron marginados de los círculos sociales, desde enfrentamientos en el colegio a algo tan aparentemente superficial como no invitarles a ningún cumpleaños. La vida familiar de Suárez comenzó a resquebrajarse. El acoso de su antiguo círculo de amistades, acrecentado en la época de las reformas, convertiría la vida de Suárez en una vida aislada y solitaria, rodeada hasta el fin de sus días, por un cúmulo de traiciones e incomprensiones, jalonadas de grandes dramas como la muerte de su mujer y su hija.

Pero en medio de ello la vida de España seguía. En 1975, Herrero elevaba a Suárez a Vicesecretario General del Movimiento. Pese a la muerte de su mentor en accidente, su carrera no concluiría ahí, llegando en ese año, y ya muerto Franco, al cargo de secretario General del Movimiento en el primer gobierno de Arias Navarro. Allí intimaría con otro de los pesos pesados del régimen, el reformista e influyente Torcuato Fernández Miranda, presidente de las cortes, y que con el rey completaría la terna que llevaría a España a la democracia.


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Junto al rey Juan Carlos


Era el 3 de julio de 1976, cuando el rey decidió dar un golpe de timón a un proceso de modernización que Arias, franquista convencido estaba paralizando. Contra todo pronóstico, el denostado Suárez era nombrado presidente del gobierno, con el apoyo abierto de Torcuato. Comenzaba la transición y un camino sin retorno a la democracia, en el que Suárez iría dejando a jirones su vida, y ganado esta para España.


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Poco a poco Suárez iría desmontando las antiguas estructuras políticas, estableciendo las instituciones y las leyes de la democracia española. Contaba con 43 años, se enfrentaba al reto de cambiar España, sacarla de la crisis económica, frenar el golpe de la extrema derecha, frenar las exigencias de la izquierda y crear de la nada un partido capaz de dirigir España desde la tolerancia y el consenso y que representase a la amplia clase media española, alejada de las ataduras de la guerra. Aglutino junto a él a un grupo de políticos de su generación que tenían convicciones democráticas, sacados de la administración, de la universidad e incluso de la falange o el antiguo Movimiento. Eran también socialdemócratas, liberales, democristianos.., una amalgama compleja, que el tiempo revelaría inestable y llena de traidores y ambiciosos, pero que conduciría a España a la modernidad hasta 1982, en la fase mas dura y mas brillante de la historia española.


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Los ex presidentes de la democracia, desde la izquierda, Calvo Sotelo, Aznar, Suarez y Felipe González


Tras 41 años de dictadura, Suárez lograba que en 1977 que se celebrasen en España elecciones generales libres. Su victoria seria el respaldo suficiente del pueblo para iniciar un proceso constitucional que instauraría un país democrático, monárquico, parlamentario y descentralizado. Su gestión se ratificaría con el apoyo popular a su proyecto de constitución en 1978, y una nueva victoria electoral en 1979.

Durante sus gobiernos llevo a cabo los pactos de la Moncloa, un acuerdo económico y social de todos los partidos, que permitirían la estabilización económica. Legalizó la izquierda y llevo a cabo una amplia amnistía política. Freno al terrorismo de ETA y GRAPO. Acerco a España a Europa y desarticulo redes ultraderechistas, con amplias ramificaciones militares. Y es que en todo ese periodo Suárez debió hacer frente a una amenaza continua de golpe militar, en muchas ocasiones provocada por la violencia etarra o el activismo ultraderechista cuya intención era quebrar y desacreditar las instituciones democráticas.

Como ejemplo la sucesión de atentados en los que la extrema derecha y la izquierda radical confluyeron en la llamada “semana negra” de finales de enero de 1977, en la que murieron un manifestante y, al día siguiente, cinco abogados laboristas vinculados a CC. OO.. Suárez salio de este peligro gracias a su habilidad y tesón, y gracias al trabajo inmenso del General Gutiérrez Mellado, considerado por algunos militares un “traidor rojo”. Mellado, amigo de Suárez, depuso a los oficiales más conservadores y más tentados por el golpismo colocándoles en puestos alejados de los centros de poder. Los militares repudiaban a Suárez, por no ser, como ellos pensaban, de derechas, habiéndose convertido en el responsable de la disolución del Movimiento y de los sindicatos verticales. No aceptaban una Constitución, que, según sus principios, ponía en peligro la unidad de la patria y sus fundamentos morales. Rechazaban el Estado de las Autonomías, los partidos, la amnistía política y el regreso de “criminales” como Carrillo, Tarradellas, Irujo...


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Con Carrillo y Felipe González


Pero estos triunfos no fueron sin embargo suficientes. Su partido comenzó a apuñalarle por la espalda, y los heterogéneos grupos a medir armas. Suárez había sido idóneo para crear la democracia, pero no para dirigirla. Acosado, el 29 de enero de 1981 presentó su renuncia. Mientras se nombraba a su sucesor en las cortes, el golpe de Tejero, dejaría una de las fotos para la historia, erguido, solo él, con toda la dignidad de su cargo y de quien representa a su país, en medio de un congreso acobardado por la presencia de los militares golpistas.

Tras la marcha, Suárez y sus leales crearían el partido Centro Democrático y Social (CDS), con el que se presentó a las elecciones del 28 de octubre de 1982. La muerte de sus fieles Viana y Rodríguez Sahagun, que llego a ser alcalde de Madrid, una equivocada política de pactos, la vuelta de las luchas intestinas, representadas por los impresentables Caso y Calvo Ortega y una familia devorada por el cáncer llevan a Suárez al abandono en 1991, mientras veía como su ultimo proyecto se diluía entre el abandono de sus votantes hacia el PP, y las luchas intestinas.


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Pasarían algunos años, para que los gobiernos posteriores recuperaran su figura histórica para el reconocimiento nacional. Serian años en los que el estado que el creo aprovechara su caudal intelectual y humano en tareas de representación institucional y mediación internacional, antes de que volviese a la arena política para apoyar a su hijo Adolfo Suárez Illana, y antes de que el alzheimer nos le arrebatara.


Imágenes zoomnews, huffington post, el pais y hoy.es

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