No existe
el destino pero los hechos nos conducen. Y tras decisiones e imposiciones
banales suele surgir parte de nuestro futuro.
Todo había
comenzado en 2001. Era la necesidad de mantener el contacto fuera del aula, de
extender aquellas paredes y ofrecer recursos que facilitaran el aprendizaje. Pero
no era solo. De que servia una enseñanza de una sola dirección?, porque no
sacar a la luz el talento creativo de aquellas chicas y chicos?, porque debía
ser yo su única fuente de conocimiento?.
Ya había
experimentado aquel afán de aventura en una revista de papel que había nacido
en 1989 y había durado 6 años. Pero eran otros tiempos. Carlos Casado, un
alumno extraordinario había comenzado a diseñar conmigo una rudimentaria web en
front page, alojándola en servidores gratuitos. Hasta que en 2001 comenzamos a
aprender html, contratar un servidor y publicar pequeños artículos y materiales
diversos.
Pero en
2001 todo cambió. Un concurso nacional de periodismo, “El País de los
estudiantes” y un proyecto de periodismo cántabro, “Interaulas” me abrían la
posibilidad de convertir mi aula en un periódico, y hacer que mis estudiantes
comenzarán a conocer el mundo, por sus propios medios. Conocer, descubrir,
crear, compartir.
Solo
necesitaba una redacción con la que arrancar. Hasta que Esther apareció en el
umbral de mi aula.
“Mi primer
día de clase de bachiller fue inhóspito, algunos de mis amigos no estaban
conmigo. Otros grupos cobijaban a mis compañeros de ciencias o de sociales,
aquellos que me habían acompañado en secundaria. Era casi el final de la mañana
y continuaba el tedioso desfile de áreas y materias. Con su mejor buena fe los
profesores entraban y salían explicándonos las virtudes de lo que iba a ser
nuestro trabajo durante aquel año, lo duro que seria el curso, el esfuerzo que
esperaban de nosotros, lo esencial que era para nuestro futuro, la selectividad
que nos esperaba a la vuelta de la esquina... Cuando ya casi acababa aquella primera
mañana se presento el último, el de economía, con la fobia que yo siempre le he
tenido a las matemáticas. Despacho la presentación en cinco minutos. Casi ni
nos explico su asignatura. Saco un papel arrugado del bolsillo trasero de su
pantalón y nos dijo que íbamos a fabricar un periódico. Si me pinchan no
sangro. ¿Qué relación podía tener aquello con la asignatura. “El trabajo que
realizaremos influirá en vuestra nota al ser calificada cada tarea
encomendada...”. Yo no salía de mi asombro, definitivamente me había tocado el
lunático del colegio.
Comenzó a
leer aquel papel y a desgranar temas de actualidad repartiendo aquellos
reportajes, explicando las condiciones técnicas del trabajo y exponiendo el
enfoque que deberíamos aplicar a cada uno, entre el asombro de algunos de mis
compañeros y el entusiasmo de otros. No era posible, no me podía estar
ocurriendo eso a mi, si yo solo quería aprobar y no meterme con nadie. Pero no,
definitivamente no me iba a librar. Cuando aquella tarde mi madre me preguntó por
mi primer día de clase.... no supe que decir. El segundo día fue aun más
inquietante. Todo discurría normal, dio clase, nos explico y cuando faltaban
apenas 15 minutos nos fue llamando a su mesa uno a uno para discutir con
nosotros parte de nuestros artículos. “La mejor manera de aprender a leer es
escribir, la mejor forma de entender el mundo que sirve de escenario a la
economía es diseccionarlo. Quiero que averigües por que van a cerrar la fábrica
de Fontaneda, necesito dos páginas. Ah, y ponte de acuerdo con Rubén, el es el
encargado de preparar el material gráfico”. De pronto vi en aquellos ojos el
porque de tanta excentricidad. Al cabo de dos días había nacido “Maria se queda
huérfana”, mi primer articulo.
Tras él
casi veinte más en dos años, algunos para interaulas, un proyecto de
periodismos de la avocación de la prensa y la consejeria de educación.
Parte de
los artículos los preparábamos para concursar en la primera edición nacional de
El País de los estudiantes., un concurso nacional que pretendía mostrar
periódicos digitales de casi tres mil colegios de España. Quedamos entre los
veinte primeros de España, como en los dos años siguientes. Fue un éxito y una
gran experiencia.
Pero no era
lo único que nos gustaba. La mayoría del trabajo era para una rudimentaria
revista, eolapaz. El quería que nos volcásemos en aquel proyecto, y eso si que
era excitante, preparábamos mucho material, con el vértigo de tenerlo listo en
fechas concretas, en las que nuestros compañeros leían lo que escribíamos,
hubiera exámenes o lo que fuese.
Cada pocos
días nos reuníamos de forma oficial, discutíamos lo que queríamos hacer,
criticábamos los de otro compañero, o nos enfadábamos con alguno, que apurado
por el apremio decidía usar el trabajo de otro, y copiar algún texto de la red.
Pero sobre todo nos conocimos, nos integramos y nos ilusionamos.
Pasábamos
tardes enteras en al aula de informática, charlando, escribiendo o buscando.
Aquello más que un periódico era una tertulia. Además algunos colaboraban con
en él en la realización de un “programa de radio” semanal que se emitía por la
megafonía del colegio. Aquel vértigo era especial. Cuando pasaron solo unas
semanas, la nota, los premios de algunos concursos, o las ausencias de clase
“hoy no puedo ir a mates, hay reunión de redacción a las 10,20” , fueron lo de menos.
Nos gustaba
nuestro trabajo. Buscar, discutir, maquetar, redactar. En el cole éramos los
del periódico. Algunos profesores se quejaban de lo que aquello nos absorbía,
pero como las notas no fallaban, no pasaba nada.
Un día
llegó nuestro primer premio, Katy y Ana responsables de interaulas se
presentaron en el colegio, ellas y nuestro profesor estuvieron una hora con
nosotros en la biblioteca, explicándonos como afrontar nuestro trabajo y
discutiendo los fallos y aciertos de lo que habíamos realizado. Pero sobre todo
nos reímos, y nos sentimos importantes. Aquellas dos chicas me fascinaron
Recuerdo que una vez el colegio tuvo una caída de red, habíamos quedado con
ellas en mandar aquella mañana nuestros artículos, y no teníamos conexión a
internet. Nos saco de clase, nos envió a varias a mi casa, mientras los demás
se iban con el a un ciber y enviaban el material, terminamos aquella mañana 17
artículos.
La primera
redacción de eolapaz, tras su triunfo en la
primera
edición de "El Pais de los Estudiantes"
Ha pasado
algo de tiempo, y ya no estoy en Torrelavega. Los del periódico seguimos en
contacto, aunque la distancia hace mella. Yo estoy en Sevilla, otros en
Santander, en Madrid, en Oviedo... Pero todos cerca. Hace dos años muchos se
reunieron para rodar un documental sobre aquella aventura.
Aun sigo
recordando como aprendimos, y lo importante que fue, cuando éramos unos crios.
Aun recibo sus correos como ese en que me pedía hace unas semanas un nuevo
trabajo, el que refleje lo felices que fuimos. Ahora están en otra época. Han
pasado dificultades pero están. Muchos de los que vinieron detrás y fueron tan
importantes ya se han ido. Hay nuevos alumnos dentro de eolapaz y nuevas
redacciones de “El País de los estudiantes”, pero con la misma ilusión que
tuvimos nosotros, con el mismo esfuerzo.
Incluso
mantengo el contacto con gente de otros institutos, a los que conocimos por su
trabajo en la revista. Fueron buenos tiempos, fueron grandes tiempos.”
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