domingo, 12 de marzo de 2017

Todos contra Wikileaks



Una guerra, y con armamento pesado, se esta librando estos días entre los gobiernos de medio mundo (principalmente el trumpista) y los grupos ciudadanos deseosos no solo de informarse de los intereses y acciones de los gobiernos a los que pagan y les deben fidelidad, sino de exigir reparación y justicia sobre los desmanes que Wikileaks esta desvelando.

De la intensidad de la lucha contra la web de secretos oficiales da idea la panoplia de medidas tomadas (corte de las vías de financiación, intento de cierre de servidores, reclusión de su  director en la embajada ecuatoriana de Londres y amplia campaña de desprestigio), un hecho que revela a las claras que, al menos, parte de verdad hay en todo este río de filtraciones.

Tras conseguir que las principales empresas de pago no admitan donaciones, que las redes sociales cierren sus grupos o que compañías de hosting le nieguen el pan y la sal, los estados afectados se han lazando a la loable empresa de convencernos de las maldades de las acciones de Wikileaks. Entre otras razones ahora se aduce que estamos hablando de un medio sin credibilidad, que las informaciones están tomadas fuera de contexto, que sus autores son piratas anti sistema que disfrutan destruyendo nuestro paraíso capitalista o que estamos poniendo en riesgo la democracia, para caer, con sus desprestigio, en sistemas peores, como ocurrió con el auge de los totalitarismos de los años treinta, tras el declive de las democracias occidentales.

El problema es que no estamos hablando de un medio de comunicación, de una empresa periodística que elabora informaciones. Sino de una asociación que difunde información en bruto que la sociedad puede digerir a su entender, y sobre la cual numerosos medios de verdad están sacando las conclusiones que escandalizan realmente. Nuestro país es en eso un ejemplo. La gente no se siente preocupada por las revelaciones de Wikileaks, sino por el tratamiento del País a los lios de cama del PSOE (por ejemplo) y a como que difunde la masa de información de los chicos de Assange, cuya elaboración es la que esta provocando nuestra preocupación. Una información, por cierto, cuya difusión es fruto de la ineptitud de los gobiernos en su custodia.

Pero aun así, aunque podamos sacar, que las tiene, muchas pegas a las acciones de Wikileaks, no podemos confiar en que jueces, políticos y poderosos den cuenta de sus tropelías ante un sistema que ellos mismos sostienen y que les es deudor. Ni tampoco podemos esperar a que rindan cuentas a Dios o a la historia. Si lo que estamos conociendo es cierto, en cuanto a las relaciones entre estados y en cuanto a los hechos cometidos en base a razones de estado o intereses espurios, esa gente debe dar cuenta ante las sociedades que les eligió, y depurar una democracia, que en caso de no hacerlo, morirá, pero no por saber la verdad, sino porque esa verdad existe.

Una limpieza democrática que cada vez parece más imposible, si tenemos el tipo de gobiernos que se nos viene encima y lo que ha ocurrido estos con Assange, papapeles de Panama, etc. Y ello pese a tener en cuenta que el poder de la información ha llegado a la calle, a la gente normal, y sin intermediarios ni retoques. Internet permite que la sociedad, en su sentido más amplio sea consciente de lo que ocurre, de quien lo hace y porque, convirtiendo a cada individuo en un reportero, en un columnista, en un forjador de opinión. Y ese es el temor de los centros mundiales de poder, no solo la información que se esta divulgando, sino como y quien, al darse cuenta de que nuevos medios de opinión, independientes, dispersos, espontáneos, cambiantes  y no controlables, están poniendo en cuestión las herramientas que han permitido la manipulación y la corrupción reinantes. Pero, a la vez, están abriendo el camino a una manipulación generosa de la población, como la campaña electoral americana demostró en noviembre.
Y ese debería haber sido el riesgo para el poder y la oportunidad para nosotros los ciudadanos.

La pena de esta historia no esta solo en un poder alejado del control de las poblaciones, dispuesto a todo para perpetuarse, sino en una información excesiva, en un torrente, difícil de digerir, lo que permite que mucho matices, al menos ahora, pasen desapercibidos, y en un volumen tan alto de delitos y maldades que afecta a todos, sin exclusión, con lo que todos colaborarán en silenciar la verdad. Distinto hubiera sido una información menor y que solo afectara a unos pocos, quizá el resto de países y gobiernos si habrían actuado contra él.
Hay una última reflexión que me perece importante. Manipular no es torcer la verdad, si no silenciarla, lo cual coloca en entredicho no solo al sujeto de toda esta información, los gobiernos, sino a los medios que deberían transmitirla, esa es su función, y que según les interese o convenga la difunden o no. Para el País, este asunto es portada diaria, porque su exclusividad le produce réditos importantes. Para el Mundo no existe, no fue el elegido para difundir los papeles. Pero la verdad no tiene que ver con el mercadeo, no es reflejo de interés o influencia, es la verdad, y debe imponerse, para proteger a los inocentes.


Imagen Imagen Diario de Lérida

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