jueves, 31 de agosto de 2017

Aprender tiene un coste



Hoy, a un día de que empiece la cuesta de septiembre, el diario ElPaís, a través de la pluma de Gabriela Ferluga, se hace la misma pregunta que miles de familias españolas, como afrontar los gastos de la formación o del acceso al mercado de sus hijos. Y es que en España (ese país del que dicen tiene generaciones sobre formadas) educarse, formarse y acceder a un conocimiento o capacitación profesional, es caro. Y una vez acabados los estudios aprender a desempeñarlos, ser visible para una empresa o convertir tu título generalista en algo más específico y útil al mercado, es caro.

Si, la frase anterior es correcta. Cuando un joven acaba sus estudios universitarios, estos de poco valen si no paga un master, si no paga a una academia para afrontar oposiciones o acceso al MIR, si no paga el seguro de autónomos para hacer prácticas en una empresa. Si no paga.
Como explicaba, en el artículo citado, Gabriela Ferluga el problema entra en una espiral sangrante cuando estudiantes de zonas con rentas buscan formarse fuera de sus comunidades para salir de esa situación para lo cual, previamente, deben destinar una parte importante de su renta familiar para salir de casa y obtener una capacitación.
Eso es lo que está ocurriendo, según estadísticas del INE con jóvenes de Baleares, canarias, Extremadura, Andalucía o Castilla la Mancha. Una fuente, por tanto, de incremento de las diferencias sociales y territoriales en nuestro país.

Esos gastos que deben afrontar las familias para dar una oportunidad a sus vástagos choca, rozando ya lo esperpéntico, con que sus hijos, tras muchos sacrificios, obtendrán un título que poco o nada tiene que ver con las demandas del mercado laboral, convirtiéndose ese titulo en, solo, la antesala de un posgrado o en un obstáculo para acceder empleos de remuneración media o baja que rechazan a jóvenes sobradamente preparados.

¿Y cuales son esos gastos de los que estamos hablando.
El primero y principal es el alojamiento. Ante el dilema residencia o piso, es difícil dar una respuesta clara y contundente. En las ciudades más grandes (Barcelona, Madrid, Bilbao) parece que es más barato compartir un piso, dados los precios prohibitivos de algunas residencias y colegios mayores, que prácticamente absorben un salario completo de uno de los progenitores. Pero este criterio no siempre se cumple, por lo que es necesario estudiar cada caso.
En algunas ciudades de territorios teóricamente “baratos” para residencia, contratar esta es casi imposible al ser muy pocas las plazas (Santander por ejemplo), por lo que la elección es sencilla. En los demás casos hay que valorar que el piso es más asequible si se comparte, si los gastos están incluidos o no, si la fianza (que al final los propietarios se las ingenian para no devolver) es alta o no, cuanto cobra la inmobiliaria o cuan lejos de la civilización está el piso, que ya se han dado casos de alumnos que acceden cada día a clase con jet lag.
Al margen, la residencia ofrece comodidad (aunque no tenga servicios como comedor todos los días y aunque la limpieza de ropa y otros extras sean aparte, como lo que se iguala a los pisos) y los pisos libertad, pero hay que valorar todo, en cada caso.
Pero elijas un sistema u otro lo que está claro es que hay que buscarse la vida para poder estudiar fuera y no fenecer en el intento.
Un medio es dejarse explotar en algún bareto o negocio que contrate al margen de la ley. En el momento de hacer la matrícula es preciso solicitar las becas MECD en todas sus modalidades. Pero hay que tener en cuenta que estas no son las únicas. En un vistazo a los portales de educación de cada comunidad autónoma verás ayudas y becas de estudio para lugareños y foráneos. Muchos ayuntamientos ofrecen ayudas para sus vecinos emigrantes y las propias universidades ofrecen becas de colaboración y ayuda interesantes. Pero claro, no esperes cubrir el 100% de tus gastos con estas becas, en ocasiones ni el 1%, como es el caso de programas muy extendidos como erasmus o sicue.
Junto a ello, las tarjetas universitarias y los carnets joven son una manera de obtener descuentos en tiendas y servicios.

Otra vía de ahorro está en las empresas, algunas de las cuales, como señalaba ElPaís en su artículo “también ofrecen buenas ventajas. En telefonía, por ejemplo, se encuentran tarifas ligadas a la edad del usuario”, destaca, “así como grandes empresas como Microsoft y Apple conceden descuentos a quienes justifiquen el estatus de estudiante universitario a través de la matrícula o del carnet”.




Lo último que te recomendamos es el acceso a una línea de crédito. Hay préstamos específicos para estudios de postgrado y grado, y no precisamente baratos, además de que necesitarás un avalista.
Algunos “no solo se cubren los gastos de matrícula, sino también la manutención, el desplazamiento o el alojamiento”, pero cuanto más pidas y más tardes en devolverlo, más sobrecoste habrás de devolver.

Aunque estén de moda, otro mecanismo financiero a usar con precaución son las cuentas asociadas a tarjetas. Te permiten tener una cuenta bancaria sin comisiones de administración y de las operaciones más básicas, como las transferencias, así como aplazar mensualmente los pagos. Pero ojo, te obligan a domiciliar recibos y mantener un saldo mínimo. Un incumplimiento de los requisitos puede convertir tu cuenta en una fuente infinita de gestos.

Otro gasto a vigilar es el sanitario. Si te trasladas al extranjero puedes encontrarte con sistemas de copago que reducen las coberturas de tu tarjeta europea. Y sin salir de España, en ciertas autonomías primero deberás pagar y luego la SS te lo reembolsara (suponemos).

En resumen, hazte un presupuesto, valora las ventajas de una formación determinada y no te dejes arrastrar por las promesas de la publicidad universitaria, ni por el afán de aventura fuera de casa que todos hemos tenido con 20 años. Medita, planifica, se prudente, pero lucha por tus sueños.



Te recomiendo la lectura del artículo comentado en
@gabrieleferluga



Imagen alumnos de 2º de bachillerato de La Paz en una actividad de orientación.

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