lunes, 21 de mayo de 2018

Nicole Girard-Mangin



Es la historia de una mujer en un mundo de hombres. En un momento en que la población femenina no estaba representada en los ejércitos, Nicole Girard-Mangin era la única doctora asignada al frente de la Primera Guerra Mundial, y más particularmente a la de Verdún


Nacida en París el 11 de octubre de 1878 en una familia burguesa, Nicole Girard-Mangin pasó su infancia en el pueblo de Véry, en el Mosa. A los 18 años, se graduó en París con un título en ciencias naturales, diploma que la permitiría comenzar sus estudios de medicina y ser admitida tres años después en la escuela diurna de los hospitales de París.

En 1899, conoció a André Girard, un comerciante de vino de champán, con quien se casó y tuvo un hijo. El amor la hizo suspender sus estudios para trabajar junto a su marido, aunque las infidelidades de este pusieron fin a su unión en 1903.

Su fracaso posiblemente la empujó más hacia la ciencia, retomando sus estudios de medicina y escribiendo una pionera tesis sobre toxinas cancerígenas. En 1910, siendo una médico destacada representaría a Francia en el Congreso de Viena, tras lo que iniciaría una de sus grandes pasiones, la investigación sobre el cáncer y la tuberculosis.

Nicole Girard-Mangin reanudó sus estudios de medicina y en 1906 defendió su tesis titulada Les venecies cancéreux , publicada en 1909. Profesora libre en la Sorbona, ganó notoriedad gracias a su trabajo sobre profilaxis antituberculosa y rápidamente se convirtió en una referencia en tuberculosis y enfermedades pulmonares.

Cuando estalló el conflicto franco-alemán en 1914, ella se ofreció como voluntaria, siendo rechazada por su condición de mujer. Pero, giros del destino, un error en la anotación de su nombre como doctora de la Asistencia Pública y miembro del Comité de asistencia a los soldados heridos, hizo que el ejército francés la movilizase. Cuando el error se descubrió, Nicole ya estaba en el terrible hospital de Bourbonne-les-Bains, en los Vosgos. Su situación, pese a ser mujer, se regularizaría rápidamente ante la evidencia: el ejército francés carecía de personal médico. Su valor y profesionalidad la fueron haciendo ganar el respeto de sus colegas, hasta ser asignada al Hospital Glorieux, en el área "tranquila" de Verdun, donde trataba a pacientes con tifus y pacientes no transportables. Nicole Girard-Mangin se convertía, así, en la única doctora asignada al frente de la Primera Guerra Mundial, y más particularmente al de Verdun.

Allí, entre heridos, en muchos casos terminales, Nicole viviría otro calvario. La impenitente presencia de su fiel perro Dum revelaba el menosprecio y los intentos de abuso de oficiales y jefes en un mundo, que en 1916, había dejado de ser humano.

Cuando los alemanes desataron el infierno sobre Verdun Girard-Mangin se negó a evacuar el área, ante su negativa a abandonar a sus soldados. Un proyectil se alojaría bajo su oreja derecha dejando para siempre una marca indeleble de su coraje y sufrimiento.

La batalla duraría meses. Meses en los cuales Nicole recorría el campo de batalla en una vieja camioneta para prestar los primeros auxilios, tras lo que volvía al hospital de Vaudelaincourt (Meuse) para practicar la cirugía.

Pese a todas las penalidades, que iban haciendo mella en su cada vez más frágil salud mental, las autoridades militares comenzaron a reconocer su trabajo cuando en 1917 promovieron a Nicole al rango de capitán y le ofrecieron la dirección de la escuela de hospital Édith-Cavell de París.

En los siguientes años Nicole combinó su trabajo de cirujana con la formación de enfermeras, en la primera escuela francesa oficial de enfermeria. Es entonces cuando entra en contacto con Elizabeth Graham y comienza a colaborar con la Cruz Roja Americana en la lucha contra la tuberculosis. Incansable en su deseo de ser útil, Nicole participará en la creación de la Unión de Mujeres Francesas y participara en la creación de la liga contra el cáncer de ese país.

Pero es mujer, y ha demostrado un valor superior al de muchos hombres, lo cual abre heridas. Cuando la paz llegue, Francia no se acordará de ella. La primera mujer médico en un frente de guerra, capitán del ejército de Francia nunca recibirá condecoración alguna ni honores.

No está claro su final. Quizá fue el dolor de su existencia, quizá el rechazo por su condición de mujer o quizá, como explica su biógrafo Jean-Jacques Schneider, el descubrimiento de un cáncer incurable la llevara a su final. Acababa de cumplir 41 años, cuando Nicole decidió que su vida era demasiado insoportable. Una sobredosis de medicamentos acabará con su vida. Quizá fue el dolor que quiso evitar siempre en otros lo que marcó su final. Quizá algo tan aparentemente simple como la incomprensión.


Quizá sea tarde para reconocer a una mujer valiente, intrépida y pionera. Sirvan estas líneas para entregarla en nuestro nombre esa medalla que la vida siempre la negó.


Ilustración Mercedes Gil

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